Un zorzal lastimado y malherido
por cuestiones de amor y desengaño,
ya no quiere cantar para mi daño
porque es mucho, quizá, lo que ha sufrido.
Ya su tono, su timbre, su latido
son recuerdos de cánticos de antaño.
Ha asumido el papel del ermitaño
y en angustia perece sumergido.
Ya cumplió sus deberes con el viento.
Ya su vuelo cesó. Quedó varado,
semiagónico, triste, sollozante.
Hoy apenas si siente lo que siento.
Se olvidó que una vez fui su pecado
y no quiere saber más del instante.
Heriberto Bravo Bravo SS.CC