Ya eres mía mujer!

Recuestate en la infamia prudente
de mi pecho inesperado,
con la costumbre de cada día
con la seducción incipiente,
besémonos, porque al hacerlo
cada átomo configurado
de la memoria,
transportará la pasión
necesaria a los laberintos
oscuros de nuestras
inquietudes absorventes,
relájate, toda vez, que
las manos pudieran llegar
al nido de tus aves,
florecientes, bellas,
húmedas, inigualables,
no te desesperes por tenerme,
porque ya me tienes,
contando los segundos,
bebiendo tus nostalgias,
padeciendo la falta de aire
a que me sometes, en
cada movimiento, en cada
oscilación de tu cuerpo
irreverente, de tus savias perfumadas....
entrégate, lisa y llanamente,
que ya eres mía mujer! y nadie
en este mundo podrá
entorpecer este momento
de furia desatada, donde
los cuerpos fragmentan
la belleza innata
de dos almas en vigila.