En las puertas de la muerte,
estuve mucho tiempo sumergido,
sintiendo un dolor muy fuerte,
y con mis sentimientos destruidos.
De mi boca no salía ni una letra,
y la respiración me salía entrecortada,
sentía lo mismo que cuando penetra,
una agonía en una alma enamorada.
Aunque deseaba poder moverlos,
mis brazos permanecían estáticos,
y no podía tan siquiera verlos,
por mis movimientos de vista erráticos.
Escuchaba voces en mi habitación,
y personas que a mi alrededor lloraban,
algunos extendiéndome al cielo una invitación,
y otros que de sus errores se disculpaban.
Yo no comprendía lo que me pasaba,
ni por qué veía mi vida en un instante,
hasta que sentí que la muerte me llevaba,
a una oscuridad de aspecto impactante.
De momento sentí movimiento en mis manos,
a causa del contacto con las tuyas,
comencé a sentir mi cuerpo bastante sano,
y de tus labios escuché muy fuerte un ¡Aleluya!
Mis ojos se abrieron con mucha emoción,
y lo primero que vi fue la esencia de tu belleza,
en ti desapareció toda la resignación,
y a mí me llegaron los pensamientos a la cabeza.
La dulzura de tu compañía me dio la vida,
y alejó mi cuerpo de un constante dolor,
cerró en mi alma una gran herida,
y me dio otra oportunidad de tener tu amor.
Por: Efraín Trinidad Rodríguez
“PoetaDeDios”© Morovis, P.R.
1-octubre-2003