Cuando muy temprano por las mañanas
humedecías mi cara con alegres lamidos,
yo no quería abrir los ojos somnolientos
me hacía la dormida con picardía.
Rezongabas alrededor de la cama,
Suspirabas y esperabas pacientemente.
Mi zapatilla tu boca agarraba
y sobre la almohada me la ponías.
No haciendo caso a tu insistencia,
tomabas mi ropa y trotando salías.
De un salto debía levantarme
tratando de quitarte lo robado
con peleas, sonrisas y algarabías,
me saltabas y ladrabas
haciendo burlas de mi haraganería.
Fuiste el alma de la casa grande,
guardián de noches frías y solitarias,
custodio trasnochado de tu amo
que a sus pies te acurrucabas con ternura
hasta bien entrado el amanecer.
Fuiste lazarillo de mi anciano padre,
compañero fiel, regalón mimado,
dejaste en la vieja casona
tu huella amorosa y tu sonoro ladrar.
Quedará permanente tu imagen
recorriendo la amplia galería
porque fuiste su amo y señor. Estela Foderé