Aquellos que saben, callan
por temor a represalias,
la consigna es el silencio
y nadie quiere romperlo
porque las cosas que saben
son verdades muy amargas.
Grandes cosas se aproximan
y la Humanidad ignora
lo que, raudo, se avecina;
graves acontecimientos
"ya dan la vuelta a la esquina"
y pronto una nueva aurora
sorprenderá a los humanos
incrédulos, somnolientos.
Las cosas de Dios son grandes
y, a más de grandes, sagradas;
pero las niegan los hombres,
tienen ciega la mirada.
Absortos en sus afanes,
sus placeres, sus andanzas.
Los años están contados
mientras, el destino avanza
y van a cambiar las cosas
de forma drástica y grave;
pero el humano no alcanza
a percibirlo y nada sabe.
Pedirán misericordia
con gritos desesperados
dirigiéndose a los cielos
de los que habían renegado;
serán en vano sus ruegos,
su destino está marcado
por la Ley de una Justicia
a la que han pisoteado.
No existe maldad divina,
la maldad es del humano
que ya recibió las leyes
y las ha menospreciado;
lo demás, son consecuencias
de su proceder malvado.-
Eduardo Ritter Bonilla.
Lunes 01 de Febrero del 2010