Llevan mis dedos la pluma
con movimientos medidos,
mecánicos, calculados,
trazando sobre el papel
letras, sílabas, palabras
y frases cuya elocuencia
causa en otros emoción
al leerlas o escucharlas,
una cierta vibración
que se amplifica, se agranda,
al llegar al corazón.
Teje la tinta en su hilo
una cierta perorata
con el sello inconfundible
de mi propio, viejo estilo
y se engarzan las palabras
como cuentas en la sarta
de algún "collar" literario,
de una forma singular.
Surgen así los poemas,
los cuentos y las historias
retratando nuestras vidas
en frases ya consabidas,
con un enfoque especial
al que los comentaristas,
los críticos y entendidos,
con tono ceremonial,
le han dado el pomposo nombre
de "mi estilo personal".
Pero no son los dedos,
ni la pluma, ni la tinta,
ni la tal "caligrafía"
que me enseñara a escribir,
los responsables directos
de mis propios pensamientos,
de aquéllos, mis sentimientos,
ni de mis sueños sedientos,
ni de mi propio sentir.
Mis versos surgen del alma
como el agua de la fuente,
se abren paso en un torrente
que brota en forma espontánea
y dan lugar a mis poemas
como algo vivo, latente
que, nítido, se refleja
en las risas y lamentos
de ese mundo cotidiano
al que el hombre irreverente,
con torpe acento profano,
conoce como "la gente"
así, lisa y llanamente.
La poesía nace del alma
y la mía no es la excepción,
por eso plasmo en mis obras
tan sólo aquello que siento,
todo lo que llevo dentro:
mi personal equipaje
en este místico viaje
al que llamamos existencia.
Aquello que la experiencia
me ha dejado al interior.
No soy un ser superior
pero sí soy sensitivo,
como pocos, estoy vivo
y es por todo ello que escribo
lo que veo a mi alrededor.
No aspiro a ser el mejor
(creo que ni siquiera aspiro)
pero sí me importa y mucho
el poder dejarle al mundo,
en mi pluma, algo valioso,
algo ameno, interesante;
el mensaje victorioso
de quien supo amar la vida
con la pasión anhelante
de mi alma agradecida
y mi experiencia compartida
desde ahora en adelante.-
Eduardo Ritter Bonilla.