Yo te aborrezco y aun condeno
el que estés de esta suerte en mi sentido:
que infama el hierro el escorpión herido,
y a quien lo huella, mancha inmundo el cieno.
Eres como el mortífero veneno
que daña a quien lo vierte inadvertido
y en fin eres tan malo fementido
que aun para aborrecido no eres bueno.
Tu aspecto vil a mi memoria ofrezco,
aunque con susto me lo contradice,
por darme yo la pena que merezco:
pues cuando considero lo que hice,
no sólo a ti, corrida, te aborrezco,
paro a mí por el tiempo que te quise.