El viento abate incesante
el cristal de una vida relevante,
poniendo las cosas claras
de ese pasado punzante.
De espaldas al vacío
miras tus recuerdos,
del hoy, del mañana,
recuerdos del siempre.
Cicatrizando las penas,
abogando las alegrías,
obstruyendo las vanidades,
aceptando las debilidades.
Esbozando las alegrías
las que pudieron ser tristezas,
destruyendo aquellas tristezas,
que pudieron ser alegrías.
Un ocaso, un gozo,
un sol,
un pozo de tinieblas,
la muerte es de verdad.
Un día soleado,
un día grisáceo,
un día cualquiera,
se cerraran mis ojos,
para ellos
no habrá mas luz,
si no oscuridad y tinieblas,
Muerto estaré
para que todos lo vean.
Cuando yo me vaya,
cuando os deje,
dejaré un vacío,
amigos y enemigos,
verdades y pecados,
llantos y alegrías,
amores y odios.
La muerte tocara mi hombro,
abrirá la caja,
que ha de acogerme
con brazos alados.
La vejez o juventud,
vencerá el camino,
con la muerte mi destino,
de mi vida peculiar.
Me encerraran en una caja,
de pino, castaño o abedul,
que importa su construcción,
si todo será destrucción.
A hombros saldré de mi casa,
por pasillos y escaleras,
entre gentes desconocidas,
entre parientes y amigos.
Que quedara de mi
que pretorico de vida,
gritaré un ¡AUXILIO!,
a lo que me rodea.
Arrastraré conmigo desengaños,
amarguras y sinsabores,
subidas y bajadas,
vidas de raíces pobres.
Quien llorara,
quien cantara mi muerte,
quien por ella se alegrara,
a quien le tocara el olvido fuerte.
Quien de flores
llenara mi tumba,
quien rezara al alba
de mi muerte.
Entre tierra
todo será podredumbre,
gusanos y bichos,
se encargaran de depurar.
No será el mejor poeta
el que tenga gloria y triunfe,
si no aquel poeta,
que tras su muerte por el se pregunte.