Triste, junto al azar,
Persiguiendo sombras sobre las luces del firmamento.
Solo, en este lugar
Alejado del edén.
Disfrazando al paraíso
Con la esmera paciencia
De saber que en los próximos lustros,
La sal que empaja los recuerdos
Serán balbuceos de guitarra.
Yeste giboso lamento, enfrascado
En el rocío de los ojos,
Derritiendo la tinta
Que adorna los cuadernos.
Hoy, a pesar del vagar de las horas,
Busco ese acantilado
Donde arrimar cada uno de mis dedos,
Al centímetro justo
De no precipitarme al vacío,
Y ser esa cometa que encumbra al silencio
Mientras mis labios celan en ecos.
Te miro a través del acero,
Donde el remordimiento
Presta su orgullo al fuego.
Y ardo, Ante la nostalgia
De quién se sabe Muerto
Lamiendo el austero destino,
Pero no me apiado, la tragedia,
Sella sus pasos en la tierra
Y devora el apetito
Matando el lobo que llevo dentro.
No hay razón para esconderse
Tras Una mascara fabricada en hierro,
Ni razón paraluchar bajo kilos de acero.
No quiero correr, solo quedarme quieto,
En una avenida, en un puerto,
En lo alto de una cima,
Y observar, con ojos de búho
Como el mundo caba su fosa
A unos metros del cielo.