Quiero permitirme el cierto privilegio
de hablar con la verdad, única, valedera,
a aquellos para que escuchar no quieran
tener las agallas y escupirlo como un dejo,
de cada historia que tiene mi vida
de cada lugar que aparcaron mis ideas,
de cada amor que pasó en primavera
y marchó en otoños sollozando despedidas,
de cada lealtad, que si por mi hoy fuera,
la dejaría en el lodo, sucia y tendida,
de cada palabra que el viento me pedía
cuando mis versos, en el exilio, escribiera,
de cada pasión, de cada estirpe y agonía
de cada humo sobre el agua con quimeras,
de cada cual a cada quien por vez primera
maté de orgullo a su poca valentía,
de cada sembrado que a fruto se convirtiera
de cada fusil que me marcó algún día,
de cada enemigo que perdono todavía
porque es dolor y no odio, mis secuelas,
de cada ilusión que murieron y perdieran
sus racimos puros en aguas cristalinas,
de cada sazón que condimentó mis pupilas
cuando la lágrima huyó y nadie la viera,
de cada perforante y dolorosa herida
que marcas dejó en mi cuerpo casi vencido,
de cada carrera que no encontró su recorrido
de cada sensación que me mató en la vida,
de cada refugio clandestino y nauseabundo
de cada periódico que miraba a escondidas,
de cada sortilegio, de cada melancolía
de cada profundidad en mis distintos mundos,
de cada palabra que mi padre me decía
de cada lágrima que en su tumba le dejaba,
de cada renglón de un libro que editaba
cuando todo era oscuro y nada proponía,
y de cada razón que en mis adentros dormía
sin saber que las noches, a veces, debilitaban,
de cada aprendiz de poeta que dejaba
su letra en mi mesa y a veces corregía,
y si este permiso de aligerar mis contratiempos
de vomitar mi sedición y opaca rebeldía,
me trajera la locura de buenos viejos tiempos
sin duda que mancille...Ah! lo permitiría.