Llora mi corazón acongojado,
cuando la pena atañe, a un ser querido,
por que es el sufrimiento despiadado,
y duele, si se enquista en un amigo.
Su opaca voz me ha dicho susurrando,
sin perder, en el avatar la calma,
que no se aparta de su esposo amado,
segura estoy, que tiene rota el alma.
Afuera están los ángeles de nieve,
mas no atinan con júbilo a cantar.
Esta vez acompañan sin alarde.
A mis labios, una plegaria mueve,
debemos una esperanza, alimentar,
pidiendo bendición a Nuestro Padre.
® Susana Valenzuela
25 – 08 - 09