EL INSTANTE (LA ESTIRIA).-
Contemplé la escena en silencio.
Un silencio de palabras ahogadas
y caricias enmarañadas.
Contemplé la escena con inquietud.
La inquietud producida por la incomprensión
de la existencia y su porqué.
Y, aún así,
deseaba, cosa extraña,
que todo fuese -para siempre-
cómo era en ese mismo instante,
aunque el viento
silbase con infinito indolente.
¿Fue en aquel instante…,
cuando comprendí que la Culpa
es la madre del castigo?.
¿Fue en ese mismo momento…,
cuando no pude evitar que la altura
empequeñeciera mis sentidos?.
¿Fue en aquel instante…,
cuando sentí que en mi cabeza
crecía sin mi permiso
el miedo
como rumor ajeno,
como grito insolente?.
Y ese miedo no era más que… la Vida.
¡La Vida y su percepción!.
Y, la primera vez que se siente,
te dan ganas de correr y no mirar atrás.
Y ese miedo no era más que… la Vida.
Creada por las manos de un prestidigitador
que contempla imágenes eternas,
como El Bosco en el jardín de sus delicias.
Y ese vaivén sinuoso y delirante del Azar,
que me acaricia,
no es más que la búsqueda
necesaria e incierta
para sentir el misterio del Ahora,
de los años maduros.