Otra vez entre calinas,
sentado al filo del nirvana,
el frío exhala muy remoto
y yo lo noto en el ánimo.
Un astro traspasa el firmamento,
millar de estrellas brillan
con nostalgia de fuego,
ninfas cantan,
ondulan su beldad al viento
creando tan sutil eco
en medio del silencio
que hasta los muertos de la cripta
dejan su tétrico sueño
y gradualmente recuperan su aliento
abriendo sus ojos velados y secos.
Reflejo de ciparisos conciben sombra
en medio de tanto misterio,
hay efluvios de incienso
y triste humedad en el suelo;
escarcha sobre pretéritas tumbas
frías como el hielo.
Efigies se inclinan al paso
con su inmortalidad de piedra,
Diana irradia en mi tez
con melindrosa y tenue belleza,
leo los epitafios de las sepulturas
y un atisbo de conmoción salpica
mi trémulo corazón de tristeza.
Todo es caduco e inerte,
todo sucumbe tarde o temprano,
a todos nos visita la muerte
cuando menos lo esperamos.
Ya no vale la pena existir,
porque vivir es morir lentamente,
por eso prefiero morir
que entre recuerdos apagar mi presente.
Sepulcros impunes ante el paso del tiempo,
oh, ¡abridme paso entre vosotros
que yo también quiero
que me recuerden los muertos!.