Blancas, esbeltas, altas, densas nubes
como algodón en copos suspendido,
ola, cascada, lluvia, manso río
a la mitad del llanto derramándose.
Copos, espuma, polos derritiéndose
como el amor que inquieto se desgrana,
marjal sin lotos, árido, marmóreo
donde la forma se deforma y cede.
Luz que en la sombra sólo se insinúa
y entre sus tenues rayos se demora
ojos que encierran entre rejas leves
de sus pupilas encendida llama.
¡Ay, para verte, solitaria musa
ya no me importan tus espinas súbitas!
Manos de tul, ensueños que me pueblan
como sinuosas líquidas espadas.
Muslos inquietos, tersos, espirales
de oscuras piedras y deshechas dunas.
Mi soledad se atreve y se deshace
ante tu dulce cuerpo naufragado.
Mar tembloroso que la playa besa
con insaciables flechas turbulentas;
gélidos círculos embelesados
hechos de tiempo deslumbrado y mágico.
Tierra que en agua se presiente pura
y detenida. Tu sustancia bebo
con mi caída lengua repentina.
Irreverente dilación, delicia
a la mitad de tu reposo vano.
¿Cómo tocarte, dime, si desplazas
sobre mi espalda tu deshielo? Sigo
entre tus islas desbordando brumas.
Nada me digas, niña, ni me nombres
hasta la ausencia donde yo te pienso.
Tu cabellera roza las estrellas
donde los dos volvemos la mirada.
Heriberto Bravo Bravo SS.CC