Fueron tus manos mustias,
Las que mi cuerpo abrigaron,
Y el silencio de tus palabras,
Las que llenaron de gozo mi corazón,
Estaba tan viejo y enfermo,
Que si no fuera por tu juventud lejana,
Quizás no sé…
Pero el canto de las alondras,
Que sin hablar me regalaste,
Ese estar a mi lado,
Sólo, única y sola…
Que ya no temía adormecerme,
Entregarme a ese fin al cual todos llegamos,
Te sabía a mi lado,
Con tantos años,
Que ambos perdimos la cuenta,
Que ya no importaba,
Porque sólo el presente,
Debíamos vivir,
Y el futuro sólo esperar que llegara,
Que bellas caricias,
Me prodigaron tus manos,
Tan bellas que de mis sienes,
Desaparecieron sus arrugas,
Tan viejos…
Tan jóvenes…
Que tú beso,
Ese que me llevaré plasmado,
Me otorgaron la fragancia,
Aquella de mis veinte años,
Y hoy,
A esta hora…
Sólo me quedara esperar,
A que tú llegues,
Y me vuelvas a besar.