Te esperé con ansia y corazón rebosante
de amor fiel que en mí ya es costumbre,
es impaciencia sana, sin ser incertidumbre,
brillas en mi pensamiento cual sol constante.
Te abracé fuerte, hasta temí causarte daño,
el sello de tu amor son tus labios tibios,
remembranza y congoja hallaron alivios.
Tu cuerpo tan caliente dejó de ser un sueño.
La luna es nuestra aliada en ésta bella noche,
bota las nubes, ya está sobre el lejano monte
y siguen apareciendo luceros en el horizonte.
Nuestra noche de amar se pincela sin derroche.
Tu dulce semblante presagia una clara aurora,
faros son tus ojos que alumbra mi existencia.
Con apasionados besos muere reminiscencia,
ahora broche de amor, cada corazón atesora.
Autor: Alcibíades Noceda Medina