Llegué un jueves en la noche a mi casa,
una de mis hermanas a decir se apresura:
“La mujer de tus sueños mañana se casa”,
y le dije: “¿Es acaso eso una locura?
Tal vez sea,… bueno, eso espero…
Porque en sus ojos he visto que te ama,
y en tus sueños has dicho: “Yo la quiero,
ella será la dueña de mi alma.
No te equivoques al interpretar sueños
y al querer comprender su mirada;
su cuerpo tendrá pronto su dueño,
mientras mi corazón pierde a su amada.
Curiosa preguntó: ¿Asistirás a la ceremonia?
No hallo para hacerlo ninguna razón;
visitaré mañana los amigos de la colonia,
ahí donde se reúnen los heridos de corazón.
Bueno, es hora de descansar le digo;
cerraré los ojos y procuraré dormir;
quizás vaya y sea el último testigo,
pero de su pacto no la quiero redimir.
Tratando de dejar todo al frío olvido,
me encierro con la soledad en mi cuarto,
intentando estar más tiempo dormido,
y lo primero que hago, es ver su retrato.
Me tiro a la cama y medito un instante,
sin percatarme, duermo y con ella sueño;
sin más le expreso: “Seré tu fiel amante,
aunque se que nunca lograré ser tu dueño”
Ella sonríe, con palabra dulce y suave dice:
“Eres el mejor amigo que en la vida he tenido;
con toda el alma y el corazón te quise,
y aún te amo, pero pronto tendré marido”.
Eso no importa le digo con voz ahogada;
él será ante la ley tu único marido;
mas tu serás en sueños mi mujer amada,
la que con su cálido amor adorne mi nido.
Quizás te parezca que no tenga prudencia,
pues no pretendo ser nada más tu amigo;
es que busco alegrar toda mi existencia,
y necesito que habites y duermas conmigo.
Cuando terminé de glosar mi anhelo,
oí unos ruidos y desperté alarmado,
era el tronar de los cohetes en el cielo;
mi amada, de blanco se había casado.
Se acerca mi hermana muy inquieta
¿Aún no te has levantado hermano?
Hoy es el día de su gran fiesta
y tú sin poder decirle: “Amiga,… te amo”.
Hermana, ya es demasiado tarde,
ella tendrá esta noche un nuevo nombre;
no hagamos que mi tristeza se alarde,
he perdido y me aguantaré como hombre.
Sólo le escribiré un último poema,
sin título para que lo analice y tome partida
y busque entre tantas palabras el único tema,
yo no puedo, me ha frustrado su despedida.