La incipiente primavera cuantos regalos nos da,
el verdor de las plantas, con frondosa hoja nueva,
los pétalos de las flores, que cada día se renueva,
por doquier como alfombra, tapiza nuestra senda.
Lluvia abundante, con generosidad derrama el Creador.
Voy caminando, que caigan sobre mí humanidad
las gotas cristalinas, me redime el alma con claridad
bautizándome de nuevo, pues así lo quiere el Hacedor.
No apresuro mis pasos porque cada gota es bendita,
llega a mi boca, es dulce como el beso de la amada
mujer, que ansiosa debe estar esperando mi llegada,
en la vigilia de mis brazos. Tal vez ella ya dormita,
mientras yo, distraído camino bajo la lluvia dorada,
como en otro tiempo, ahora sin la mujer adorada.