Ayer mis ojos estaban
secos de lágrimas. Hoy
son una fuente perenne,
manantial en borbotón,
una cascada constante,
llanto sin consolación.
Rueda sobre mis mejillas
como silente aluvión
y empaña de la mirada
la luz, la estrella, la flor.
¡Ay, estos ojos cobardes,
son como un sauce llorón!
Ayer era fresca, blanca,
amorosa mi canción,
hecha de luna y de viento,
de música, de ilusión.
Hoy mis ojos son apenas
un murmullo de oración.
Se han convertido en plegaria
mis ojos. ¡Qué tristes son!
La lluvia nada les dice,
nada les dice el calor.
Sueñan, evocan, suspiran
las bondades del amor.
Heriberto Bravo Bravo SS.CC