Deshoja, una a una, las palabras,
desvístelas de todo su oropel,
dejando solamente su substancia,
dejando al desnudo
su esencia, su ennunciado,
su cabal significado,
su peso, bien plasmado
en la blanca superficie del papel.
Escribe sólo aquello que te nace
directo, desde el fondo
de tu mismo corazón
y déjalo que fluya libremente,
como el cauce de un río,
con suavidad y señorío,
sin prisa, sin presiones;
deja a tus emociones,
recuerdos y sentimientos,
reflejarse pulcramente
en cada línea, en cada verso;
sin el menor esfuerzo,
refléjate tú en él.-
Eduardo Ritter Bonilla.