Señora mía, de las revueltas de otoño, del manjar
de un cuerpo que supone la locura,
te miro de tan lejos, cual sedienta lejanía,
de crepúsculos marchitos, meciendo em tus retoños,
señora de los pechos apretados y distintos,
a todas aquellas suposiciones de pequeño, cual un trinar de golondrinas que pergueño, en cada caricia que a mi cuerpo distingo, señora de mis
primeras aventuras, de hegemonias difusas y placeres insurrectos, cobijabas mi cosquillas entre tus piernas que puras, me devolvían el placer de situaciones confusas,y hoy, que los
años han pintado, la vida de dolores casi lejanos,
me pregunto donde estás? y si has estado, meciendo mi cuerpo al calor de tus manos.