I
Un gris de nubes vuela bajo
sobre el negro horizonte desusado;
se presienten los rayos en el cielo;
el viento es remolinos en los charcos.
La lluvia incesante inunda el campo,
borra el sendero, impide, ahoga;
siento más que escucho
su incesante metralla entre las hojas.
II
Ahora el viento arrecia
llevándose consigo el gris de nubes;
veo el sol, existe el cielo
y hasta el vuelo de un loco barrilete.
Se va la lluvia con el viento.
Seca el campo, veo el sendero;
crece la flor, se alza la espiga,
y hasta un gato feliz se despereza.
III
Mas aún no llega el viento
que arrastre las nubes de mi cielo;
aunque ya no sea hora de tormenta
no veo el sol, y mis pupilas,
siguen inundadas de amargura.
No hay flor, ni espiga dorada
y a veces, muchas veces
me da por pensar que ya no hay nada.
IV
Me da por pensar por qué te fuiste
o si fue que una noche te extraviaste,
o llego a pensar que me apartaste
o peor aún, que abandonaste
las rimas de un amor que no entendiste.
Pero otras pocas, locas veces
cuando espero la luz de un nuevo día,
me suele parecer que ni estuviste.