Hubiese querido
y no he podido:
Rodar en patines, raudamente
con el viento en la cara y sintiendo
que le ganaba al pavimento.
Templar una guitarra
y es más, poder rasgarla
y con voz de tenor acompañarla.
Silbar, silbar bajito
o chiflar con dos dedos en la boca
aturdiendo todos los oídos.
Navegar en el lago,
siendo capitán de mi velero
con mástil de palo y velas blancas.
Saltar al precipicio
en parapente, surcar el aire y llegar
tras suave vuelo, a la playa de ese río.
Hablar con fluidez y comprender
el idioma de otra gente
y no ser en mis viajes sordomudo.
Poder entender, por más que entienda,
cómo vuelan los aviones y qué mueve,
desde adentro, a mi fiel computadora.
Y tengo que aceptar que no he podido
armar con los naipes el castillo,
que obcecado, caía siempre en el intento