Comenzada la madrugada siento que mis piernas no se pueden separar o diferenciar una de otra; entro en algo que no sé si es sueño o realidad, pero mi cuerpo se desnuda y siento mi largo cabello tocar mi espalda y de alguna manera la luz de la luna, que entra por mi ventana, me transporta a un lugar, del cual desconozco su ubicación, mas recuerdo cual una foto nÃtida; al despertar sobre la tibia arena; me desplazo a rastras hacia el mar y desde aquella playa puedo observar el tintinear de las estrellas y la brillante luna tenderse con todo su esplendor sobre el oscuro cielo. Siento la frescura de la brisa jugar con mi melena y el agua tocar hasta cubrir todo mi cuerpo, nadar hondamente en la oscuridad hasta llegar a la vida profunda del mar donde los paisajes no son parecidos a nada que haya visto antes, pero aun asà me siento familiarizada con ellos; nadando de un lado a otro, siento que la tranquilidad me acoge, como si yo perteneciese a ese movimiento de olas lentas, en los que me desplazo, en los cuales descanso, sobre los que me duermo; salgo a la superficie para mirar nuevamente el panorama, toda yo desnuda, con medio cuerpo cubierto por el agua y la otra mitad acariciada por la noche, siento la brisa tocar mis senos suavemente y suavemente brindarme caricias en la espalda; mientras el viento me enamora miro a lo lejos los rastros del sol que llega a pintar de luz, y no sé cómo, de pronto sin previo aviso me encuentro despertándome en mi cama empapada de agua salada.