Libérame ¡oh,Diosa! te lo imploro.
Destroza estas cadenas que me hieren;
de los ojos la venda que me ciega
deja caer al suelo para siempre.
Deja que mis susurros inaudibles
-sonatas efímeras de llanto y muerte-
se troquen a lomos de los vientos
en firmes paladines de mi suerte
y proclamen al orbe, al universo,
allanando lo increado y la simiente,
que no deseo estar preso de tu cuerpo
ni tampoco de tu amor ¡loco deleite!
ni sucumbir a tus promesas locas
de inmortalidad. ¡Oh,deidad! !Atiende¡
Hipócrita sería quien desdijera
tu beldad; quien no mudarse en mí, miente.
¿Qué añagaza vil utilizaste
para en mi odisea onírica prenderme?
¿En loor de Calypso me crees Ulises?
Navego ¡oh! en pos de otra Penélope.
Diosa eres y riges el infinito,
en el seno de mi amor, sólo suplente.
¿Ella es diosa? ¡No! Tampoco reina;
ni el cielo y sus estrellas darme puede,
pero al mirar en sus ojos me sumerjo
en una dicha que sólo el alma siente.
¿Puedes ¡tú,inmortal! dar más que ésto?
¡Si no, dejándome marchar, sé clemente!
pio espejo