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Encontronazo con la garabatúa
Una noche oscura de sombras y miedos, cambiaron mi andar y cadavérico semblante
Iba raudo por un camino lleno de matorrales de alaridos y de neblinas oscuras atemorizantes
Bajaba entre piedras, hacia la quebrada de los difuntos, de olores de mortecinos repugnantes
Me apresuré en medio de la oscuridad a pasar el puente desvencijado y raído, de tirantas colgantes
Cuando de pronto escuché un alarido y voces de ultratumba, que helaba la sangre en forma impresionante
Y al otro lado del puente, apareció la figura esquelética, cubierta con una mortaja negra, pavorosa, siniestra y jadeante
Me paralicé y las mechas se pararon, mudo y nervioso, pálido y ojeroso, contemplé de cerca su figura y su horripilante semblante
Era real la esquelética muerte, espeluznante y garabatúa, con su trinche hirviente, con amenazas penetrantes
Blandió el trinche lanzándolo hacía mí, como flecha que rompe el horizonte fulminante
El trinche hirviente atravesó mi cuerpo y las entrañas y solo pedía al cielo, la bendición en agonía suplicante
Se me acercó con su negra y maloliente mortaja y el aire ondeaba su suelto y morado turbante
Se agachó sobre mi cadavérico cuerpo y le traqueaba su adefesio y esquelético andante
Me susurraba voces de ultratumba, algo tenebroso, maquiavélico, miedoso y susurrante
Le ha llegado la hora y me restregó el filoso trinche al rojo vivo, con alaridos tenebrosos de atrocidad punzante
Me atravesó el palpitante y nervioso corazón, sangrante y adolorido, ya sin vida agonizante
La escalofriante muerte me arrebató la vida, que una vez fue alegre y placentera, vanidosa y elegante
Y en un instante y sin ruegos, ni avisos, sin confesión, sin medicinas, sin anestesia, ni calmante
El aire empezó a soplar con fuerza balanceando el desvencijado colgante, con fuerzas fantasmales impresionantes
Y una ventisca huracanada arropó mi agonizante cuerpo y la noche se iluminó con un relámpago del rayo centelleante
La lluvia azotaba con fuerza y la crecida quebrada de los difuntos se desbordó con ruidos entre piedras y lodos escalofriantes
Amaneció y se veía el puente colgante como si nada hubiese pasado, el sol calentaba la naturaleza y la brisa soplaba fría y refrescante
Y en un santiamén se marchó la primorosa y querida vida y en verdad que haberla vivido, fue hermoso y gratificante.
“Joreman” Jorge Enrique Mantilla – Bucaramanga, julio 12-2023
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