Dadme vosotros ¡oh peregrinos!
siempre provistos de ricos vinos,
un trago enorme de vuestras botas.
Bajo el follaje de los encinos
he de quedarme. No más caminos,
puesto que tengo las alas rotas.
Romeros todos: a vuestro paso
poned el freno. Mirad mi ocaso.
Ved en mi rostro mi desatino.
Llenad de vino mi frágil vaso
que mi destino no tiene caso,
soy sólo sombras en torbellino.
La quise tanto. Dios es testigo.
Fui de su Invierno feliz abrigo.
De su ternura fui recipiente
y de sus besos fui su mendigo.
No la maldigo, que la bendigo
aunque es inútil, inútilmente.
Se fue de pronto, sin previo aviso.
De mis amores ya nada quiso,
ni de mis besos ni de mis brazos.
De aquel que fuera mi paraíso,
cálida cueva, místico piso,
ya no quedaron ni los pedazos.
Dadme vosotros, almas errantes,
nómadas limpios, peregrinantes,
de vuestro vino para embriagarme.
Bien sé que nada será como antes,
ni mis pasiones beligerantes
ni mis sentidos para gozarme.
Luego marcharos. Dejad que muera.
Ya no me quiere y aunque me quiera
ya no la quiero. ¡Vaya locura!
Será locura, será loquera,
será que tengo la borrachera;
pero lo que era no me la cura.
Heriberto Bravo Bravo SS.CC