Por Héctor José Corredor Cuervo
Cerca del mar en una soledad eterna,
bajo el domo azul de singular pureza,
habitan los Guajiros con alma enferma
en medio del abandono y la tristeza.
Son indios puros de raza y colombianos,
que defienden a su tierra con valor,
que impiden la deshonra de los hermanos
y que prefieren la muerte con honor.
Son guerreros como Prudencio Padilla,
que liberó a la patria de odio y terror,
aniquilando en Maracaibo la flotilla
del sanguinario, del tirano y opresor.
Son orgullosos de la sangre de su raza,
que cual torrentes les llega al corazón,
la que los impulsa a defender con casta
sus rancherías, su pueblo y su región.
Son compañeros y siempre inseparables:
el burro, la cabra, el arma y el chinchorro
los que llevan por las trochas naturales
para buscar agua como el gran tesoro.
Son las arenas que se las lleva el viento
el testigo del dolor, de la agonía,
del sufrimiento y del continuo lamento
que la hambruna deja allá en su ranchería.