-- TU HUELLA -- ¡Qué huella tan preciosa me has dejado, Mi Rey, mi Capitán y mi Señor!. Perdimos la batalla, pisaron tu estandarte, los campos de mi historia se cubrieron de sangre, al ver mi espada rota tuve miedo y huí. Te creía vencido, me creía sin dueño, me escondí entre los bosques y las peñas, me tapé los oídos por miedo a las trompetas del que fuera mi Amigo, del que fuera mi Rey. Puse mares por medio, enterré mi uniforme, cambié mi risa franca por falsa seriedad. El aire era ya otro, las luces de la aurora abrían mis ventanas sin brisas de tambores, sin campos de batalla, en perfumes de abril. Me creía ya otro, estrenaba de nuevo infancia, juventud, madurez y vejez. Todo había cambiado, pero todas las noches sangrante el pecho y la espada mellada grito desesperado apretándome el alma: ¡Qué huella tan preciosa me has dejado Mi Rey, mi Capitán y mi Señor!