Hoy descubrí una cabaña
a dos pasos de la playa,
a merced de los vientos
y bajo la sombra fugitiva
de las nubes que, en oleadas,
imitan las olas del mar.
Hoy descubrí un horizonte
sembrado de aguas azules,
con gaviotas suspendidas
en los telones de un cielo
que tiembla al ritmo de la brisa
y se hace eco del murmullo
sempiterno del océano
que viene, cansado, a dormir
en su viejo lecho de arena.
Hoy descubrí la caricia
de un aire nuevo y salado;
hoy descubrí, embelesado,
la esencia de la belleza
infinita, avasalladora,
que el mar, celoso, ha guardado
para tornarla en espuma
y en cielo y en aire y bruma,
en gaviotas y sus graznidos,
en nubes, y viento, y brisa--
Hoy descubrí una cabaña,
un refugio solitario
amueblado en dulce paz,
a dos pasos de la playa,
de las palmeras y el mar;
y hoy, también, quedé extasiado
al contemplar tal belleza,
en medio de esta soledad,
al descubrir el silencio
y-- el reino de la humildad
que, también hoy, he encontrado.-
Eduardo Ritter Bonilla.