Quizás perciba en las frondas celestes,
todo el valor de las normas eternas,
llenas de sabios consejos y alertas,
para gozar de la vida por siempre.
En la verdad seguidores de siervos,
el mensajero de Dios llega claro,
va despertando las vibras del alma,
desde el principio de todos los tiempos.
Haciendo pausa al fragor de las olas,
en el vaivén de las brisas corpóreas,
es el temblor más profundo de esencia,
en los recuerdos helados de brumas.
El mar renueva la eterna esperanza,
y la paloma se goza en su vuelo,
como una flecha certera nos llega,
aquel glorioso de rostro paciente.
En el rincón del anhelo se inicia,
un sentimiento ritual de alegría,
viendo en los rasgos de simples sucesos,
la eternidad en acentos de rosas.
Lupercio de Providencia