¡Qué miedo me da tu boca!:
Hablas "demasiado bien".
Esa notable elocuencia,
tu soltura y suficiencia,
tu erudición, tu sapiencia
y facilidad de palabra,
me preocupan, en verdad.
Qué peligroso resulta,
bajo ciertas circunstancias,
alguien que "sí sabe hablar";
porque a todos los convence,
los seduce, los envuelve,
y los puede engatusar.
Esos que no se equivocan,
que nunca se contradicen,
que no dudan, no vacilan,
que jamás tartamudean
y hacen gala de su verbo
y miran de frente, al hablar,
con la mirada insolente
y un aire auto-suficiente
Los que demuestran firmeza,
levantando la cabeza
y desafiando a los demás,
son un riesgo permanente:
tiende a seguirlos la gente,
sin cuestionarlos jamás.
Tu eres de esa calaña:
reconozco en tu mirada
tu perfidia, tu maldad;
suenan sinceras tus frases,
tu lógica es impecable,
pero advierto en tus palabras
una torva falsedad.
A mi no vas a engañarme,
a envolverme y "deslumbrarme"
con ese ampuloso verbo,
tienes la lengua muy ágil
(al igual que las serpientes)
pero en cuanto afirmas ¡mientes!
Pero, ante tu labia audaz,
no dejo de preocuparme:
con tus mentiras a medias
y con tus medias verdades,
en los pueblos y ciudades
¿a cuántos arrastrarás
hacia tus profundidades?-