Aquel hombre en el diván postrado,
en la penumbra su silueta dibujaba,
lloraba como todo enamorado,
al descubrir que su amada lo engañaba.
En sus manos sostenía una guitarra,
con las cuerdas rotas y enroscadas,
en su corazón, la daga que desgarra,
y todas sus canciones, ya calladas.
La traición de su mujer recuerda,
el día de la afrenta descubierta,
y el sonido que sale de la cuerda,
sonó tan triste, que la guitarra avienta.
Destrozada su alma y su guitarra,
en su llanto, su dolor con fuerza aflora,
y con ese llanto que su historia narra,
termina sin lágrimas, al llegar la aurora.
Cansados sus ojos se cierran lentamente,
la guitarra y su voz, se callan para siempre,
quedando solo y en espera de la muerte,
para que sea en el final su confidente.