PARTE I.
LA HERIDA MALIGNA.
En silencio se abre la herida,
Rutila, sangra y se aviva como una llama ardiente,
Quemando de muerte cada pedazo subyacente.
Rasgando lento partes de ella.
Y avecina sus negras ansias destruyendo a su paso
Recuerdos, besos y sonrisas,
Despliega su furia como alma enajenada
Dejando huellas, cicatrices y rastros de dolor.
Abre sus inocuos y lagrimeantes ojos,
Para lanzar dagas que fulminan y añaden sigilo,
Perpetúa en el oído como un eco o grito profundo,
Haciendo magna la dicha de su sádica obra.
Se viste de hilos malignos, de dudas y mentiras,
Arrastrando la carne hasta la perdición,
Disfruta indignante del daño que aduce,
Y Se jacta la hiriente y quemante maldición.
Sus ácidos de malicia vuelan circundantes,
Llenando de amargas lagrimas las miradas,
Sepultando entre el odio la dicha,
Devastando la vida en la nada.