“Acuérdate de mi cuando estés en Tu Reino”.
Únicamente que le recordaras
Te pidió, Buen Jesús, el Buen Ladrón.
Únicamente en que le recordaras
Puso su Salvación,
Mientras te recordaba él sus pecados,
Mientras te hacía humildemente de ellos
Pública Confesión.
¡Cuánta Humildad había en su mirada
Cuando con Tu Mirada se encontró!
¡Cuánta Humildad y cuánta Fe también!
Juntas las dos hicieron
Que el primer Santo hicieras Tú de él.
Sabía que al morir
Te irías A Tu Reino
Y a Tu Reino, Contigo,
El te quiso seguir,
Clavado a Tu Recuerdo,
Unido a Ti,
Padeciendo tus mismos sufrimientos.
Cuando ya ni los Tuyos,
Jesús, en Ti creían,
Contra toda esperanza
Firmemente él creyó,
Y la más bella y más consoladora
De entre las frases que aún recuerda el Mundo,
De Tu Boca escuchó:
“Te lo aseguro,
En El Cielo Conmigo
Estarás Hoy”.
Me pasaré la vida,
Jesús Mío, pidiéndote
Lo mismo que aquel día,
Te pidió el Buen Ladrón:
Que te acuerdes de mí
Y a Tu Reino me lleves
El día que a mis días
La Muerte ponga fin.
Y viviré esperando
A que llegue ese día
Para poder decirte,
Con su misma Humildad, su Fe y su Amor:
“¡Buenos Días, Señor!:
Aquí me tienes.
Soy Otro Buen Ladrón,
Que viene a recordarte
Que si de él te acordaste
También de mí te acuerdes,
Y en Tu Reino me acojas
Ya para siempre”.