Niña de pardos ojos
que por el campo corrías,
saltando entre los rastrojos
siempre sonreías,
con tu cabellera al viento
nunca perdías el aliento.-
En una mañana de invierno
al salir de casa corriendo,
encontraste un gurriato herido,
hambriento y muerto de frío,
lo recogiste con amor
dándole con tus manos calor.-
Le diste el aliento
y también alimento,
el gurriato curó sus heridas
y volvió a la vida,
agradecido, cada día,
venía a tu ventana
a piar por la mañana.-
Hace años dejaste tu niñez
transformándote en mujer,
con tu cara ovalada,
tu sincera mirada
y una sonrisa preciosa,
te pareces a una rosa,
una rosa muy especial
que florece en el Escorial.-
(Octubre 2011 - JOMCI)