Te contemplo, solo de mirarte atino simplemente
donde nadie nos ve, lejos del mundo que vivimos,
te contemplo en la desnudez de cuerpo y mente
en cada recorrido de tu fuego imperativo.
Te contemplo, en la belleza etérea y transparente
de la caricia profana que atenta mis caminos,
te contemplo al pasear mis labios consecuentes
por la geografía inmensa del país de tus sentidos.
Te contemplo, cada vez que vuelves a rodearme
y a querer amor sin riesgos ni latidos,
te contemplo, amor, cuando vuelves a besarme
sin rubor en las mejillas y me dejas aturdido.