Treinta de Diciembre;
ella llegaba tarde,
como casi siempre
que la cita no es su portal.
Portaba un jersey de lana,
para defenderse del frío,
por saludo, fueron
dos besos y un lo siento,
húmeda estaba su frente.
Y en aquellas quedadas subterráneas,
que han pasado a la historia,
eramos dos pasajeros
en nuestra primera cita.
Una primera cita simple:
paseos por el centro,
comentarios sobre todo,
sonrisas de protocolo
y el cine, los lunes al sol.
Mas aunque no fuera lunes
y no hiciera calor,
me suponía un ser extraño
la pareja, el aroma y su color.
Por el Dios Marte,
que ella tenía algo...
un aura de misterio,
que toda la noche intrigó.
Qué ojos más bonitos,
qué extraña su sonrisa,
qué raro su silencio,
qué joven tan... distinta.
Habiendo "investigado"
el comportamiento de la mujer,
sabía de buen grado
que tenía suave y dulce piel.
Ni piel de serpiente,
ni de araña o hiena,
ni de cocodrilo ni cienpiés,
era una piel de princesa,
mi diva de mujer.
Tiene sus pegas quererla
y sus ventajas también,
las primeras son pocas
pero ojo... hay que ver.
Las segundas son demasiadas,
para enumerar en un papel,
ella las sabe todas
y las mías por los piés.
Son demasiadas las cosas
que me hacen el seguir,
dia a dia con mi princesa
quererla y sufrir...
Si ustedes tienen suerte
como yo la tuve una vez,
no dejen que se escape
y compruébenlo con su piel.