En los momentos que no la tengo, tanto la extraño,
es como se apagase la luz, cuando no me mira.
Por amarla tanto así, hasta temo causarle daño,
sé que debo amarla pasiblemente, sin celo, ni ira.
Su semblante de mujer buena, se pasea en mi mente,
y me hace tan feliz, tenerla siempre aquí conmigo.
También agradable voz vuelve a mis oídos dulcemente,
es perenne la sonrisa en mí, aun cuando no está contigo.
El espejo no refleja mí rostro, sino, el de un hombre feliz,
sonríe satisfecho, pues en su corazón hay amor del bueno,
amar así, es tocar con la mano el cielo, (sin ser desliz).
Se armoniza mi cuerpo y alma, todo mi ser siento sereno.
A mi amada, quiero entregarle mi existencia entera.
Ella tiene cualidades especiales que no se parece a ninguna,
a veces se muestra traviesa, en aptitudes tan sincera.
En la noche, junto estamos vestidos con la luz de la luna.
Autor: Alcibíades Noceda Medina