La conocí un día primero,
cuando bañaba en el estero;
y fue hasta el diez de Enero,
cuando le dije que la quiero.
Ese día se había anunciado:
“La luna llena se verá enorme”,
y yo le glosé: “Deseo ser tu amado,
antes de que esa bella luz se deforme”.
Ella sonrió y me dijo:
“¿Eres conmigo muy sincero?;
siento decirte y en fijo:
“Eres la mujer que espero”.
Platicamos esa vez de muchas cosas;
reímos de nuestras travesuras;
recuerdo haberle regalado rosas
y siete dulces sin envolturas.
Le expresé entre tantos cotorreos
“Quisiera ser siempre tu Romeo,
tenerte por encima de mis trofeos
y luchar por tu amor con esmero.
Y ella me mostró este letrero
“Aquí está mi corazón entero”;
de súbito da la vuelta el cartelero
que dice: “Necesita un fiel caballero”.
Seré para ti un fiel ballestero;…
te cantaré como el ruiseñor;
procuraré en cada canto ser certero
para conquistar tu buen corazón.
Eres varón simpático y atrevido,
acepto compartir cariño contigo;
observo en ti un afecto colorido,
serás por siempre mi mejor amigo.
No pido nada más ser tu amigo,
anhelo ser tu novio y tu querido;
ansío pasar las noches contigo
y en tus brazos quedar dormido.
Aún es pronto, apenas estamos en Enero,
esperemos lo que opine el tiempo,
mientras tanto, yo sé que te quiero
y te adueñas de mi sentimiento.
Te diré un último y pícaro verso,
si las letras enamoran tu seso,
solo dame un diminuto beso,
y si tu alma, bésame con exceso.
“Cupido esta vez se equivocó creo,
en lugar de saeta utilizó una lanza,
y con fuego tatuó mi corazón entero,
con el bello nombre de Esperanza”.