Tal vez pueda contaros una historia verdadera, arrancada de un alma con profunda tristeza.
Una vez yo fui inocente y de repente desperté, como despierta al oscurecer la luz de las estrellas, crecí sin razones en mi alma y quise un día llegar muy lejos con ella y corrí desorientada, muy lejos, sin ayuda, sin estela, creyendo que algún día seria buena. Y ahí comenzó mi historia, fui vagando sin consuelo a donde no llegaban palabras bellas, ni una amiga que me escuchara de verás. Ahora me voy alimentando de alegrías y tristezas y ellas llenan de penas mis incertezas. Quise encontrar un a luz porque quería ser buena, me aferre, me esforcé… de veras.
Crecí sin apenas darme cuenta. Y cuando quise mirar me quede ciega, empecé a volar desconsolada, tuve una ligera esperanza, que hice cierta a media voz e incierta a voz completa.
Porque la vida sabia, que yo era buena, me impuso un test en secreto, sin avisos, sin campanas, sin estrellas, sin anuncios, sin alabanzas y caí sorprendida en una enorme balanza, del saber y el no saber, si aun tenia esperanza.
Y ahora soy adulta, mujer, según las distancias que separan a mi estrella de aquella que se dice llamar infancia. ¿y qué tengo? No lo sé. He perdido la confianza, me siento sola, insegura, perdida, envuelta por el mundo, como loca con camisa de fuerza.