Maldito sea el día en que le diste libertad,
A tu furia aprisionada en tu sombría calma,
Lacerándome gravemente escapó mi felicidad,
Del odio que emergía de las grietas de tu alma.
Maldito sea yo que te vi resbalar de mis manos,
Como liquido que aún sediento jamás lleve a mi boca,
Confundido derramé el tiempo que fue para amarnos,
Sobre el lúgubre estertor de mis ideas locas.
Maldito sea el día que se desgastó tu sonrisa,
¿Por qué cruzaste la franja donde se cuela el enojo?,
Sobre saturado recaigo en mis fallidas premisas,
Que nocturnas miradas me dio el alba de tus ojos.
Maldita seas tú que no me has de perdonar,
Tu mirada es tan seca como las flores de otoño,
No pido que me mires de forma primaveral,
Tan solo que una mirada de mí se haga retoño.
Maldito sea el día en que se debilitó el amor,
Errabundo voy andando las calles de la oscuridad,
Ensordecido voy oyendo los sonidos del dolor,
Que me aturden con silencios mi estruendosa soledad.
Maldito sea yo pues te empuje a dejarme,
Te fui empujando despacio a precipicio del desamor,
Y cuando vi que caías en el olvido ya fue tarde,
Por que estiré mis manos y solo rocé tu adiós.
Pablo Berkell