Se que el mejor de mis amigo,
Será capaz de montar un negocio,
Con mi muerte, antes de mis enemigos.
El, y no otros.
Solo el amigo verdadero podrá mercadear,
Sin ser cómplice de mis dolencias,
Las que tan bien conoces.
Solo el podrá vender sin recato mis aspiraciones,
Eso por lo que ahora otros, también desean morir
Y se desviven, ajustando un precio.
Suerte que hay enemigos míos,
Los suficiente y preciso.
Que ahora mismo le quieren comprar,
Una de mis caricias, una de mis nostalgias,
Al menos uno de mis desafectos,
Se atreverían a comprar mi cruz,
En la que alguna vez.
Planificaron colgar mis desvergüenzas.
Se atreverían incluso, a comprar los clavos,
Con que me hirieron,
La copa que me extendieron,
Hasta su veneno.
La misma sonrisa con que me ofrecieran,
Para saciar mi sed, y que desde entones guardo,
Con tanto recelo en mi memoria.
Ya a la venta también.
Mucho antes de haber muerto.
Se atreven a ofrecer monedas por mis mentiras,
Y las presumibles astucias,
Por mis incendio en el infiernos,
Por mis alabanzas y blasfemias.
Suerte para el amigo que tengo.
Enemigos dispuestos a pagar el precio justo,
Por mi bajezas y humillaciones.
Por el jubilo con que pocas veces he decidido,
Contar con la vida.
Ellos están dispuestos pagar, tanto por mi ventura,
Como por mis desventuras.
Ahora mismo ¿qué sucedería?
Si no tuviese un amigo dispuesto a comercializarme.
Y obtener las ganancias que pudieran corresponderle.
Copyright © 2009 Ramiro Álvarez C