A veces imagino que estás conmigo y luego
me siento frente al lienzo y empiezo a dibujarte,
inmensa y bella como venida de otra parte,
no sé, tal vez de mares por donde no navego.
Empiezo por tus ojos en donde nace un fuego
recóndito que impulsa a mi espíritu a adorarte,
-verdugo de mi sangre que vibra al contemplarte
ansiosa, apasionada- y a tu pasión me entrego.
Anclado en los contornos de tu silueta afable,
me olvido de los lienzos, del óleo y los pinceles,
a los que fácilmente renuncio sin reproche.
Nervioso entonces dejo a tu corazón que me hable,
abandonado mientras disfruto de tus mieles
eternas que se esfuman, como se va la noche.
Heriberto Bravo Bravo SS.CC