Sabes a quién le escribo,
tu que me lees con ojos sonámbulos de soledad eterna,
tu que estás en esa lejania de recuerdos esfumados,
que vuelan,
que parece que escapan,
pero rotas sus alas camino de una escapada,
quedan de nuevo incrustados,
en tu corazón que arde,
que quema.
Tu, que haces de la soledad,
tu más fiel compañera,
ahí sentada,
estática, como una muñeca de cera.
Tu amiga que escribes palabras de espuma,
de cielo apagado,
de tinieblas, de sonrisa perdida,
recordando ese amor, desamor,
como una noria obsesiva,
en tu cabeza.
Tu que eres como un rio cubierto de horas extrañas,
de rocas perfumadas,
de no saber porqué,
la soledad te ha escogido,
como su fruta amarga.
Tu que has perdido la memoria,
en la lejania del tiempo,
que ya no recuerdas,
cuándo oiste un te quiero.
Para ti este poema,
que no es de tristeza,
es de ilusión, sueño de futuro,
fuerza.
De luceros suspirando,
al oido de tu alma,
que no estás sola,
porqué has pasado,
estás,
como un lucero en una noche estrellada,
en el corazón, pensamiento, recuerdo,
de este lejano poeta.