Encóntrabanse tres marinos
Al interior de una posada,
Do las dulces mieles de Baco,
Habían llegado a disfrutar;
Pues tres meses en alta mar
Es dura faena,
Provocándo en ellos
Una profunda y grande sed.
Erase la noche ya entrada,
Podría decirse
Que rayaba ya el amanecer,
Y entre juegos y risas
Que en su pasión desbordaba,
Comenzarón a cantar una trova
Que enaltecía
El fervor del pueblo aquél.
Dios salve a la Reina de Castilla,
El coro al final de cada estrofa
Entonaba,
Más indefectible,
Siempre que aquel coro se repetía,
En el fondo del salón
Una tímida voz, se escuchaba:
" y que salve también la de Aranjúez ".
A lo que aquellos marinos
Coléricos hacia la procedencia de esa voz
Se voltearón,
E impertérritos a una sola réplica
Desafiarón,
Exclamando :
" joder.. y quién es esa bendita
Reina de Aranjúez,
Que el poderío de la Reina desafía,
Y que además,
Ninguno aquí conoce,
Ni mucho menos le ha llegado a escuchar ";
A lo que casi inaudible
Por el miedo,
Aquella voz respondió :
" ah.. esa es Ana María..
Mi mujer,
Que quizás no ostenta
Real sangre de finura,
Pero la suavidad
Ha sido siempre su donosura;
Más veinte años de matrimonio,
Por siempre la hará reinar
En mi corazón ".
A lo que todos entremirandose
Una sonora carcajada
Soltarón,
Y junto a su nuevo amigo
Con su canto,
Celebrarón..
Que Dios salve a la Reina de Castilla..
Incluida también
La de Aranjúez.