La angustia me pesa,
es alimentada por tu ausencia,
mi ávido deseo agoniza
sin ti en la distancia.
Inerte perezco sin valor,
preso del ocaso irreversible
en la vigilia del amor rezo,
nada en mi es susceptible.
El mar de tu mirada como ante,
aun baña mi cara,
también inunda continuamente
mis oídos, tus risas sonoras.
Solo tus bellos ojos
ahogaran mis penas,
cuando ya no estés lejos,
y la ausencia que me rodea
no será ya mi cadena,
si la creadora de mi amor
está presente.
Todo será distinto, y tendría valor
nuevamente,
con tu dulces voz se fecundaran
las esporas muertas,
y volverán las alegrías
en mi senda incierta.
Autor: Alcibíades Noceda Medina