El poeta, como un animal cansado,
Da dos vuelta y se echa en sí mismo,
Se deja caer desde su yo, y su memoria,
Aun antes, que su primer semen tome caloría.
Que se fecunda en el primer óvulo del verso.
Se fue del día y cayo en lo inmenso de la poesía.
Sí se cansa de ser héroe y traiciona,
Para contener el pulso del carnicero.
Fue escupiendo y perdonando.
Que se alarga desde el pasado.
Se aplasta en el silencio de la tormenta,
Tiembla, se estremece, materializa en cámara lenta.
Hundiéndose en los extraños del sueño,
En las fantasías de cada ser de la tierra,
Cumpliendo con sus deseos y los demás.
Es huérfano, adultero, profano.
Pobre espiral eleva su derrota.
Un poeta, es rostro común, mano triste,
Larga vida en las líneas de las manos.
Y algunos llegan, a la eternidad del contraste.
Aunque pasen por su rostro dolores,
Un poco ante de ser pasto,
Al ojo del terremoto es el mejor,
Espacio de sentir. Así el dolor.
Curvatura, en el ascenso del espejo.
Las torres de dos se abren al convidado,
Es el otro, el escenario de su reflojo,
Es una lágrima que se refleja en su alma.
Un poeta es la lágrima caída,
De una ilusión,
Una desilusión de su sufrimiento,
Aunque no lo crea el poeta tiene corazón.
Copyright © 2010 Ramiro Álvarez Cedeño.