Que los demás se acaben en suspiros
su sed de amar y sus frustrados besos,
que en los espasmos de sus agonías
tejan guirnaldas de ansiedad heridos.
Nosotros dos, tú, yo, sin atavíos
con nuestro amor recién amanecido
no sufriremos ya las desveladas
ni los insomnios de los inseguros.
Inventaremos la canción de antaño,
la misma que cantaran los abuelos
con un solo de viento
que vibra en el follaje del otoño.
Debimos empezar antes,
es cierto,
antes del sol poniente y de la luna
que ya contaminó nuestros cabellos.
Debimos empezar cuando empezaban
los gallos a cantar y espabilarse,
cuando llegó la aurora temblorosa
a bañarse en el mar y, sin embargo
no podemos volver ni desgastarnos
en esas trasnochadas añoranzas.
Hoy estamos tú y yo, los dos, amándonos.
Que los demás se agoten en suspiros.
Heriberto Bravo Bravo SS.CC