Como barco a la deriva,
transitando por la vida
sin un rumbo definido,
sin tener un objetivo,
vegetando simplemente
para sentir, finalmente,
que aún tengo el alma viva.
Con la mente divagando
y con la brújula perdida,
como ese perro apaleado
lamiéndose sus heridas,
soportando contratiempos,
mordiéndome el sentimiento,
la esperanza fenecida.
Hasta que llegó el momento
en que cruzaste por mi vida,
leíste en mi pensamiento
y me dejaste sin aliento
ante tu alma esclarecida;
me escudriñaste por dentro
y me enseñaste en poco tiempo
que sí existe una salida.
Le diste un rumbo a mis pasos
y reconocí en tí la imagen
de mi ilusión ya perdida.
Le diste un puerto a mi barca
y levantaste los pedazos
de mi conciencia dormida.
Has transformado mis horas,
mi presente y mi futuro,
con un amor bello y puro
al que cada día mejoras
con tu lealtad y firmeza
y con tu corazón maduro.
Ahora mi vida empieza
a encontrar pleno sentido,
a tu lado, amor querido,
mi paso es firme y seguro.-
Eduardo Ritter Bonilla.
Domingo 04 de Octubre del 2009, 12:32 a.m.